En una isla del sur del Pacífico una avioneta efectúa un aterrizaje forzoso y la expedición que viaja en ella descubre que la isla está habitada por enormes y sanguinarias arañas.
Ante limitaciones presupuestarias, hay compositores que recurren a la imaginación para paliar las carencias a las que se ven obligados a hacer frente. Es el caso de esta partitura, pensada para orquesta sinfónica pero que ha debido ejecutarse con una de cámara. El compositor hace una emulación honesta y sincera de la música del género y, pese a sus evidentes inconvenientes, lo compensa con una amplia variedad melódica que está unificada por un tema central muy destacado al que recurre para dotar de uniformidad al conjunto y que se sustenta en la contundencia de la percusión. Es, en cierta manera, una hábil maniobra de distracción del compositor para poder desarrollar su creación sin estar tan condicionado.