En los últimos años del franquismo dos payasos lucharán por el amor de una atractiva trapecista.
El compositor aplica una intensa y contundente partitura que desarrolla en dos líneas: por un lado, una música implacable, hostil, de considerable fuerza y que se sustancia en un obsesivo motivo que es reiterado, variado e intensificado, que el compositor retoma, para desarrollarlo, de Amor, dolor y viceversa (08); por otro, una música romántica que en sus formas y modos resalta el patetismo y desesperación de los personajes. Estas dos líneas, perfectamente expuestas, derivan hacia un implacable duelo musical que acaba resultando ser desolador, demencial y también perverso.