París, 1911. La Gioconda desaparece del Louvre. Pablo Picasso y Guillaume Apollinaire son detenidos y enfrentados. La prensa habla de una banda internacional llegada a Francia para desvalijar los museos.
El compositor aplica una banda sonora que sigue los acontecimientos del filme, enfatizando y dinamizando algunos momentos con música abierta y expansiva, y pautando aspectos dramáticos en otros. Lo hace con una creación que se impregna y colorea la película con un tono desenfadado y ligero, humorístico, pero que combina con música más seria y sentimental, aunque no melodramática, de tal modo que se posiciona tanto en el entorno exterior (el contexto) como en el interior (las emociones) de los personajes, de un modo sólido y coherente. A pesar de tener temas y motivos referenciales con los que trabaja a lo largo de la partitura, no los emplea para avanzar narración o para contradecir aquello que ya está explicado en el filme, salvo en alguna escena donde la música sí desvela emociones que los personajes de alguna manera tratan de disimular. Pero sustancialmente es una banda sonora que camina sincrónica al guión literario y que en la combinación y alternancia entre lo cómico y lo serio guía en lo que es un viaje agradable y plácido a través de la película.