Es sabido que, como decía Adolph Deutsch, una buena música no puede salvar a una mala película pero puede hacerla algo más presentable. Y es sabido que el cine se conforma de un conjunto de elementos (guion, interpretación, dirección, vestuario, música, sonido...) que forman un todo pero que en no pocas ocasiones tienen entre sí distancias siderales en calidad. Y si, como es el caso que nos ocupa, un compositor ha hecho bien su trabajo no debe cargar con la culpa de las calamidades del conjunto del filme aunque, por supuesto, se asume que los defectos ajenos lastran en mayor o medida los propios, en tanto una película es la suma de todo y la música forma parte de ese todo, del que no puede sustraerse.

Esta es posible que sea la peor película española en muchos años. Tan mala que, para los amantes de lo extravagante, lo underground y lo friki puede que sea hasta una delicia: una puesta en escena de risa, hecha con croma, decorados virtuales, vestuario de mercadillo, algunos intérpretes (no todos) de función escolar, un puñado de extras multiempleados y escenas maravillosamente cutres. Viene a ser como si un film de David Lean fuera hecho por Ed Wood.

La música del compositor es maravillosa, pero lo es de verdad: es música pura, sinfónica, que intenta explicar el relato llevándolo a niveles de máximo dramatismo. Su tema principal es la música del conflicto, es poderosa y contundente y conoce variaciones y transformaciones que subrayan la amenaza que se cierne sobre la ciudad. Es una música extramuros que finalmente se posiciona también del lado de los resistentes. Junto a ella, un bello tema romántico que está en las antípodas de la música bélica y que, uniendo a los enamorados, expone también de manera inteligente y sutil la fatalidad a la que parecen condenados, aunque hay elementos de esperanza. En el conjunto se respira un moderado tono rotiano, aunque solo es una referencia en la que también podría incluirse a Williams. Y es una música de claro aroma mediterráneo, cercano y orgánico.

Ciertamente el contexto y la realidad en la que esta deliciosa música se inserta hace que su sueño se transforme en pesadilla, porque además tiene algunos problemas con el montaje y cierta dispersión en otros temas. Pero aunque sea porque es la mejor banda sonora en la peor película que se ha hecho en mucho tiempo vale la pena apreciarla también dentro del filme. Gerard Pastor es joven y es bueno, y no hay que olvidar que compositores tan extraordinarios como John Scott han visto cómo buena parte de sus excelentes creaciones han sido para infamias similares.