En la Italia del Siglo XVII una joven llega a un convento en la Toscana asegurando ser capaz de hacer milagros por tener visiones místicas. Cuando conoce a otra joven que ingresa para huir de los maltratos, estalla un escándalo.
Este filme que versa sobre la historia real de una monja del Siglo XVII, mística y lesbiana, se acerca más a la sátira subversiva que al prototipo de filme religioso, y esa idea se extiende también a la música. Anne Dudley se implica con una banda sonora en la que adapta músicas sacras preexistentes y las integra en su creación original, dramática y también sacra. La música preexistente, aunque anacrónica (proviene del Siglo XI), es adecuada para el entorno conventual: son obras de la compositora, abadesa y poetisa Hildegard von Bingen y tienen un uso diegético. La música original tiene un notable tono sombrío, dramático, a ratos siniestro y en otros desolador, que se expande como una nube de pesimismo, amenazante, sobre la protagonista, generando a la vez misterio, misticismo y un estupendo aire trágico. En su conjunto viene a ser como el reverso, el lado oscuro del Agnes of God (85) de Delerue, pues es música más de oscuridad que de luz y más de perdición que de redención.