Esta banda sonora pone en evidencia una vez más lo mucho que pueden llegar a afectar a buenos propósitos las decisiones equivocadas generalmente externas al compositor, las del director, productores, montadores o en este caso en particular las mezclas de sonido.

Esta es una banda sonora con música con intenciones ambientales y narrativas, con orquesta sinfónica y con electrónica: la primera aplicada para los personajes positivos en tanto la segunda (guitarras eléctricas y música industrial, aunque dado que son bicicletas también con orquesta) para los segundos. Es un contraste que permite hacer una distinción clara y explicativa, y que además se remarca porque los temas sinfónicos son dinámicos (se transforman, expresando cambios de ánimo) en tanto los electrónicos son estáticos, significando la falta de empatía, lo arrogante y también la frialdad de los que son hostiles. Con ambos tipos de música, más allá de ser las que se aplican a uno u otro grupo, se entabla una rivalidad en cuyo contexto surge con fuerza el tema principal, una música decidida y empática para los amigos que se unen para combatir a los malos y que es la que finalmente se impone.

Son buenas intenciones, estructura práctica y notable idea de contrastar música limpia -la bicicleta no contamina- con otra que es sucia, tóxica -el motor-, pero tres son los factores que hacen que se fracase, y estrepitosamente: en primer lugar, el uso de insignificantes e irrelevantes canciones, que nada suman y que todo lo obstaculizan, particularmente en el punto de partida, allá donde la música podía y debía ocupar el espacio para adelantarse involucrar de buen principio a los espectadores y no tener que obligarla a intentar -ya fallidamente- hacerlo desde un contexto donde no se le puede presta atención. En segundo lugar una clamorosa falta de continuum, que consiste en una excesiva concatenación de música/no música/música, que en el cine (y pensando en bicicletas) es lo más parecido a avazar y detenerse en seco, para volver a avanzar. Eso deriva en que la música lejos de construir nada se limite a parchear. Hacía falta mucha más música para enlazar puentes entre temas, como es lo que se hace en el cine de animación bien hecho.

Por último, una mezcla de sonido sonrojante en 2019 y que prioriza siempre los efectos sonoros (las llantas, el ruido de las cadenas, etc) sobre la música, a la que deja siempe en segundo plano. Eso hace que la experiencia de ver la película sea incómoda y que allá donde la música debía o podía elevar el filme, trascenderlo, no pueda hacerlo y lo deje en el nivel de lo monótono, incluso antipático. Así, todo el esfuerzo del compositor -cuya creación de base está entre lo mejor del conjunto del filme- acaba absolutamente intoxicado e invisible por la incompetencia de quienes han sido responsables de dar más relevancia sonora a aquello que no tiene relevancia alguna.