Después de que una entidad de origen misterioso aniquile a la población mundial y provoque que quienes la observen se quiten la vida, un hombe y su hija comienzan su propia gran aventura de supervivencia en Barcelona.
Uno de los muchos problemas que hacen de esta una película aburrida y anodina es una banda sonora que es también aburrida y anodina, y que los pocos momentos donde podría elevarla a cierta altura quedan desperdiciados. Zeltia Montes firma una creación que podría tener la firma de cualquier compositor o compositora funcional, con el tipo de música que espera encontrarse y del que se encuentra en incontables películas más. Es una banda sonora despersonalizada, gris, muy escasa en valentía y muy sobrada en brocha gorda. Teniendo en cuenta que la amenaza es invisible y lo muy interesante que podría hacer la aportación musical (bien para hacer visible esa amenaza o para mantenerla en la invisibilidad, pero con entidad), la compositora se muestra incapaz de generar cualquier atisbo de angustia y de terror en los paisajes apocalípticos porque a pesar de contar con una orquesta sinfónica y con coros su música es música de rutina, de tantísimos espacios comunes ya manidos por recorridos, es vacía y, siéndolo, nada aporta. Pero es mucho peor en lo dramático y en lo que pretende que resulte trascendente.