A Los Ángeles llega un matón de la mafia japonesa para encontrarse con su hermano y eliminar a un rival de otro clan. Ambos se ponen en marcha, sin prever que no les será nada fácil.
El compositor toma las riendas de la emoción melódica y construye una partitura delicada y hermosa, en la que expresa con equidad la belleza y la aflicción que rodea todo el entorno del protagonista. Potencia un cautivador tema principal, sobre el que realiza variaciones y que funciona a modo de espina dorsal de una banda sonora con otras melodías secundarias, algunas de las cuales recurren a los prototipos musicales del cine negro.
Este tratamiento, aunque no original, está abordado con suma elegancia y un cuidado respeto, con sonoridades evocadoras e instrumentación equilibrada. Pero lo que prima, especialmente, es la delatadora sensación de melancolía y el elaborado desarrollo dramático que hace de ese motivo principal, que alcanza sus cotas más altas en cuanto es versionado con el piano.
Se incluyen también arreglos modernos, aplicados en el propósito de remarcar el carácter urbano de esta película, y los solos de trompeta y el cariz jazzístico concuerdan con el hecho de que el argumento se desarrolle en América.