Dos parados cometen un atraco y huyen perseguidos por la policía y por la ex mujer de uno de ellos. Se adentran en los bosques impenetrables de la Navarra profunda cayendo en las garras de una horda de mujeres enloquecidas que se alimentan de carne humana.
Un poderoso tema inicial -será también el principal- abre las puertas a un viaje al infierno que el compositor dispone para ensalzar y elevar el poder del Mal y enfrentarlo a los protagonistas y a los propios espectadores. Se trata de una música gótica, intensa, en muchos momentos arrogante y demencial, liderada por su retentivo tema principal y con temas de apoyo. Los propósitos son obviamente humorísticos, pero no es en absoluto una banda sonora paródica sino seria y elaborada en lo melódico, en lo instrumental, en lo coral y especialmente en el sutil tono romántico/decadente del que se imprega el tema principal y que resalta cierto patetismo de las brujas. Este tema tiene también a su favor que, pese a ser una música negativa, es hipnótica y atrayente, lo que hace que, a pesar de que hay ciertos excesos en la aplicación de las músicas en la película (sin llegar, eso sí, a la saturación), despeja el camino hacia un final casi apocalíptico.