Once relatos que tienen en común su despiadado reflejo de las relaciones humanas, con seres deambulando una misma noche, en Barcelona, incapaces de comunicarse o de expresar sentimientos afectivos, por desidia, por amargura o por miedo.
La clave de esta banda sonora está en el factor de la noche y de la gran ciudad poblada pero desértica: temas underground, heavy metal y un jazz muy cálido. Entre los episodios, se insertan imágenes a cámara rápida de la vida nocturna barcelonesa, que dan una impresión muy frenética. Es aquí donde se ubica la mayor parte de la música, que endurece el contenido de la película.
El criterio es deliberadamente desordenado y hasta caótico, con cambios bruscos en el cariz melódico y motivaciones al margen de los argumentos. Pero la estrategia está perfectamente calculada: se provoca mantener el desconcierto en el espectador, porque el uso reiterado de un mismo tipo de música acabaría por resultar familiar, lo que menguaría su efectividad.