Serie televisiva inspirada en los videojuegos, sobre un cazador de vampiros.
El mito del vampiro, en el cine, televisión y videojuegos, ha sido casi siempre explicado musicalmente con bandas sonoras de fuerte personalidad, que enfatizaban cualquiera de sus características (el horror, lo gótico, el romanticismo, lo siniestro, con diferentes proporciones) pero casi siempre con bandas sonoras de calidad que el espectador pudiera asociar sin dificultad a la leyenda. En esta el compositor no quiere, quizás no sepa, llevar a la música rasgos que evoquen siquiera mínimamente el personaje o el relato, salvo algunos momentos que son extremadamente simples, como por ejemplo unos coros bastante impostados y forzados o los consabidos efectos musicales y sonoros para el terror inexistente. Su tema principal, básico e inconsistente, carece de cualquier tipo de presencia y de prestancia, la estructura del conjunto es débil. Con estos inconvenientes todo lo demás acaba siendo pura irrelevancia, monótona y de sangre insípida. Nada que ver con el Castlevania (10) de Oscar Araujo ni por supuesto con las creaciones de Williams, de Bernard o de Kilar. Todos ellos crearon la música del horror y Morris un horror de música.