Nueva versión de la historia de la bella muchacha atormentada por su madrastra y hermanastras. Y el hada madrina, el apuesto príncipe, la zapatilla de cristal que se pierde....
Tras demasiados años diluido (con honrosas excepciones) en la música industrial de Hollywood, Patrick Doyle vuelve a ser Patrick Doyle en una esplendorosa creación donde se explaya con poderosas melodías que son cautivadoras pero también explicativas, esto es, que además de llenar y gustar, explican en sí parte de la historia narrada en el filme. El tema principal, el de Cenicienta, es excelente: un tema que tanto se contrae para exponer las íntimas emociones del personaje como también se expande para iluminar todo su alrededor. Es una melodía que conoce algunas transformaciones que van relatando a la muchacha y que debe encontrar su camino entre otras músicas deliberadamente aparatosas, vienesas, muy elegantes pero básicas (en tanto el tema principal es elaborado y dinámico), para el entorno palaciego, y también algunas músicas para la oscuridad y lo dramático (igualmente grandiosas). Todo ello, combinado, da lugar a una banda sonora imponente, sólidamente estructurada y desarrollada, que es un festín musical a lo grande... y el relato complementario enfatizado y matizado del cuento eterno.