Una niña recibe como regalo pequeño cachorro de perro de color rojo, que de un día para otro se convierte en un sabueso gigante de tres metros, com el que inicia una gran aventura.
Este es un trabajo alimenticio de un compositor excelente que merecería mejores proyectos y un estatus profesional a la altura de su categoría. Debe, sin embargo, aceptar películas que serían adecuadas para compositores menores o emergentes. Y lo peor es que se hace evidente que ni contaban con él o con su aportación (y en realidad con ningún otro compositor) en una película que apenas deja espacio para que la música pueda maniobrar y que se limita en casi todo momento a ajustarse a los tiempos de montaje y a someterse a los diálogos, siendo en su mayor parte de mero apoyo. Es lo que sucede cuando al compositor se le entrega la película completamente montada, sin margen a cambios, y probablemente también temptrackeada. Cuenta con un bello tema principal pero en su conjunto es una creación funcional, rutinaria, incluso algo desganada, a la que le falta el humor que pretende plasmar y su sentimentalismo resulta algo empalagoso. Sin duda, por imposición de la producción.