Un afgano que dejó su país muchos años atrás vuelve y descubre que su mejor amigo está muerto y que su hijo necesita ayuda para escapar de los talibanes.
Intensa creación dramática en la que el compositor fusiona dolor y esperanza, belleza y horror. Lo hace en base a variedad temaria y a una música elaborada pero no compleja, donde los instrumentos étnicos son los protagonistas. Contrasta el entorno afgano con el occidental y el sufrimiento con la necesidad de liberación con momentos de enorme belleza.
Pero es una de sus partituras menos interesantes en su perspectiva estrictamente cinematográfica, pues su creación no está integrada ni enraizada sino que se limita a dotar de colorido a un film en el que la música no explica nada que no esté narrado en la propia historia. Esto, junto a su excesiva dispersión temaria y el parcheo en algunas secuencias, son lo más negativo de una música en sí extraordinaria.