Un afamado pianista, desesperado por acabar de escribir un concierto, sufre arrebatos de ira y amnesia que le llevan al asesinato. Perseguido por la policían y atormentado por su locura, se suicidará prendiendo fuego a la sala en la que completará su concierto, antes de morir abrasado.
¿Un personaje desequilibrado y una pieza de concierto sonando en toda la película?: el sueño de cualquier compositor de cine, y más si es Herrmann. El autor dedica al personaje (con más exactitud: para que la toque el personaje) una pieza apológica y virtuosa, en la línea de Listz, de apasionada intensidad y con rasgos truculentos, que vienen a ser la expresión de los tormentos internos del protagonista, de tal modo que la película se ahorra una buena cantidad de diálogos explicativos innecesarios y esa música hace más comprensible su locura. Se acompaña de Five Fingers (41).
Ágora: Las Mejores BSO