Las cosas van mal para un pequeño equipo que graba una película de zombis de bajo presupuesto, y son atacados por zombis reales.
El compositor firma una creación esperable en un filme del subgénero zombi (aunque también es comedia de terror gore y sátira sobre el mundo del cine), pero más allá de cumplir con lo previsible, con los sintetizadores desmadrados, aplica elementos musicales que evocan -siquiera tangencialmente- autores distintos como Ligeti o Bartok. Desplat aproxima así la película al cine de Kubrick tanto como al de Craven o Romero, por citar algunos ejemplos. La suya es una música nada ortodoxa, extraña, disonante, estridente, imprevisible, caótica, desestructurada y atonal, integrando voces sintetizadas, latidos de corazón y recursos varios que hacen que, siendo una banda sonora cargada de precisión y detalles, aparente ser vulgar y simple. Y esa es su mejor baza.