En plena guerra entre la Humanidad y la inteligencia artificial, un exagente de las fuerzas especiales que llora la desaparición de su esposa es reclutado para cazar y matar al Creador, el escurridizo arquitecto de la IA avanzada que ha desarrollado una misteriosa arma con el poder de acabar con la propia Humanidad.
La máxima de Hans Zimmer que sostiene que el compositor de cine debe contribuir a la construcción del filme a la vez que facilitar una experiencia a la audiencia se lleva aquí a la práctica pero a medias, y en la mitad que lo hace dependiendo de cómo se perciba esa experiencia. Respecto a la construcción del filme y su arco dramático Zimmer está pero no despierta realmente hasta muy avanzada la película, demasiado tarde para que su sencillo pero excelente motivo de seis notas levante un filme hasta entonces bastante carente de emociones. Es extraño y probablemente una decisión arriesgada el haber dejado que el resto de la película sostenga la historia antes de que la música aparezca para impulsarla hacia arriba, coincidiendo con la aparición de la niña. Llega tarde y llega mal porque ya no es esperada y resulta impostada.
Hasta que Zimmer no despierta hay apatía narrativa, ausencia de emociones y todo es una sucesión de secuencias que no trazan un camino interesante ni atractivo, un camino que la música podía haber creado para llevar a la audiencia hacia el destino deseado. Tampoco pasa mucho durante buena parte de Close Encounters of the Third Kind (77), pero las músicas de Williams sí trazan y despejan el camino para que la audiencia lo recorra y sobre todo tenga ganas de recorrerlo junto a los personajes para llegar al encuentro con la montaña, y ese rol lo cumplen admirablemente tanto el motivo de la comunicación como el de la atracción (sobre este último hicimos un vídeo que muestra y demuestra la inteligencia máxima en el uso de la música).
Nada de esto hay en The Creator a pesar de tener a un protagonista con una motivación expuesta desde buen principio, pero que a Zimmer, sorprendentemente, parece darle exactamente igual hasta que finalmente sí quiere hacerle caso -cuando aparece la niña- y darle importancia pero ya demasiado tarde, pues la audiencia ha recorrido buena parte del camino sin el compositor. Podía haberse abierto un camino y luego con la niña dos, o el de la niña reemplazar el del protagonista, o cualquier combinación que creara un arco dramático, un continuum.. todo se agrava además por la innecesaria presencia de algunos temas preexistentes que interfieren, particularmente el Clair de Lune de Debussy, relacionado con el matrimonio y que pretende aportar trascendencia sentimental, pero que por la falta de solidez en la implicación es empleado irrelevantemente en los créditos finales.
En todo caso, una vez Zimmer despierta y comienza a tomar parte de las riendas de la película, los impactos emocionales que genera son claros y son los esperables: el motivo de seis notas, el órgano, las voces guturales, las músicas de aires místicos y trascendentes... es la experiencia que el compositor propone a cada persona que vea la película, y la emoción que genera su música habrá a quienes les parezca rimbombante e impostada y a quienes eleve y conmueva, todo eso es posible y todo es respetable. Para quien esto escribe Zimmer se empeña en impactar y emocionar pero por hacerlo tan tarde no va mucho más allá de deslumbrar con una pirotecnia musical que no solo recuerda a otras películas suyas sino que acaba pareciendo una caricatura que el compositor hace de sí mismo.