Un joven con dificultades económicas que planea casarse se involucra en una turbia relación con una mujer mayor que le llevará a cometer un asesinato y, desesperado, intentará evitar que su novia sospeche.
La música impregna toda la película con una amarga sensación de fatalidad que pesa sobre el protagonista, no acentuando el drama que va a padecer sino adelantándose a los acontecimientos. El compositor lo resuelve en base a una creación bastante homogénea (resuelta en buena parte con sintetizadores), sin que las melodías tengan visos de resolución. Tan solo determinados instrumentos otorgan un cierto aire liberador, pero inmediatamente se vuelve a una línea melódica que parece eterna, infinita, lo que ayuda a crear esa impresión de que aquello parece que no va a acabar jamás. Con este recurso, se multiplica el efecto angustiante y castigador. Se incluye, junto con otras bandas sonoras, en el recopilatorio Bernardo Bonezzi. Música para las películas de Rafael Moleón (97).