Secuela de Inside Out (15). Riley entra en la adolescencia y el Cuartel General sufre una repentina reforma para hacerle hueco a algo totalmente inesperado: ¡Nuevas emociones!
Siguiendo la estela de Giacchino y con el empleo del tema principal del anterior filme la compositora firma una muy competente y coherente creación que mantiene el espíritu de inocencia y desenfado pero también aporta color a la oscuridad y lo dramático de las turbulencias de la adolescencia y de la soledad. La música, aquí, y a pesar de su abundancia, se mantiene más en un segundo plano del relato y sus personajes, aportando muchos matices y manteniendo bien el pulso durante todo el filme hasta llegar a una bella conclusión final. Es una opción acertada e inevitable dada la mucho mayor complejidad del relato, de su subtexto y sobre todo de la multiplicación de emociones (la ansiedad, la vergüenza, la pereza...) que harían del todo impracticable intentar llevarlas al terreno musical.
(spoiler)
Uno de los mayores aciertos es la desaparición del tema principal al poco de comenzar el filme: una música que representa la jovialidad y la positividad y que, al desaparecer, crea un gran vacío emocional, incerteza, inseguridad y caos. Algo que se pretendía y que se lleva a espléndido buen puerto cuando el tema reaparece en los momentos de la reconstrucción, de la puesta en orden de todas las emociones, del final del túnel y el comienzo de una nueva etapa para la niña que ya no es niña sino adolescente buscando su lugar. Es el de Giacchino, aquí, un tema prácticamente existencialista.