Al quedarse sin empleo como violoncelista, un joven encuentra trabajo como ayudante en una funeraria, limpiando y preparando los cadáveres para la última despedida de sus familiares.
El compositor desarrolla una bella partitura intimista y evocadora, que fluye mansamente a lo largo del metraje. Con su característico estilo melódico, el compositor pincela con elegancia un tono nostálgico, moderadamente afligido, que refuerza la ternura del personaje. Hay algunas concesiones quizás en exceso melodramáticas y edulcoradas, pero también sentido del humor irónico en algunos temas. Es notable por el empleo del piano y por su brillante tema principal, interpretado al cello y piano.