En plena Guerra Civil española un joven seminarista es destinado a un minúsculo fortín de vigilancia, ubicado en un frío e inhóspito paraje. Allí deberá convivir con un rudo compañero, pero cuando encuentran a una joven extranjera moribunda cerca del refugio, y que combate en las filas enemigas, trastocará por completo la situación.
Un entorno ambiental gélido, cortante, es el que que recibe musicalmente a los personajes a su llegada a la cabaña. El compositor recrea un entorno desesperanzado, falto de cualquier aliento o calidez, y así se mantiene hasta la aparición de la joven, que trae con ella una música diferente, apacible y cuidadosamente tierna. Hay cierta dispersión musical en los plateamientos que se hacen en este filme y que impiden concentrar el discurso de la música y en cierta manera menguan la relevancia del personaje femenino. Es en la parte final del filme donde la música vuelve a tomar el control con un tema principal bello y elegante, que no dramatiza sino dignifica y eleva a los personajes en su destino último.