Secuela de Dracula (58), en la que dos parejas se alojan en la mansión del conde, con las cosecuencias sanguinarias previsibles.
El compositor mantuvo una enorme coherencia estilística con respecto a la anterior película, de nuevo con elaborada música de carácter decadente, pero aquí mucho más crepuscular, menos contundente pero más dramática. Se incluye, junto con otras bandas sonoras, en el recopilatorio Hammer - The Studio That Dripped Blood! (02)