En 2010, las mujeres de una comunidad religiosa aislada luchan por reconciliar la realidad de los abusos sexuales que sufren con su fe.
En esta película, que relata con crudeza y ferocidad la violencia a la que son sometidas unas mujeres, la compositora posiciona la música junto a ellas para insuflar ánimo y optimismo, enfatizar la fortaleza de su unión y la esperanza por una salida a su infierno. Este infierno es reflejado mediante música muy dramática, desolada, y por un motivo musical con campanas tintineantes y guitarras que se aplica en las escenas donde se recuerdan los abusos. Pero en el conjunto de la banda sonora predominan los momentos emotivos, especialmente con solos de guitarra y un sencillo y bello tema principal con aires folk, orgánico, que vincula a las mujeres con el mundo rural al que pertenecen y que, siendo una música terrenal, también se trasciende a lo espiritual.