Adaptación de una obra teatral sobre la relación que se entabla entre un dubitativo psiquiatra y un joven paciente, encerrado por haber atentado contra unos caballos que, por un extraño motivo, se convierten en su principal obsesión sexual.
La gran abundancia de diálogos en la película, y la importancia de éstos, hizo que el compositor decidiera no interferir en ellos y respaldarlos acompasándolos con un triste pero bello adagio que evoluciona a la vez que progresan las explicaciones dadas ante la cámara por el personaje del psiquiatra, con lo que se logra que, en cierta manera, la música prepare al espectador para asimilar el dramático y contundente final.