Crónica de veinticuatro horas en la vida de tres amigos que van dejando un reguero de destrucción, buscando casi de manera deliberada sus propias perdiciones.
Banda sonora sustentada en un solo instrumento, el piano. Esta es una música que contesta, que responde y que expone. Ante el frenesí y convulsiones de los personajes, sus desenfrenos y angustias, la música sirve para poner en primer plano aquello que se oculta en tanto movimiento (físico y emocional), para evidenciar (y desnudar) a los personajes y a la realidad de sus situaciones existenciales. El bello tema principal, al que se recurre en varias ocasiones, tiene un doble componente, el de la amargura y el de la ternura, una contradicción emocional que se mantiene apoyada con otros temas a lo largo de la banda sonora. La música habla de pérdida, de sinrazón, pero también de esperanza, de anhelo de redención. Por su austeridad, nada melodramática, es más una música exterior a los personajes (una mirada, opinión sobre ellos, bastante compasiva) que una explicación de sus puntos de vista.