Documental televisivo en torno a Ethel Kennedy, sus orígenes, su matrimonio con Robert F. Kennedy y los años que siguieron al asesinato de su marido.
Una de las licencias que existen en la música para el cine documental es la posibilidad de ficcionar, de aportar una perspectiva que evite que el documental aparente ser un noticiario. Generalmente esa perspectiva que añade la música es la opinión del director expresada a través de la música del compositor, pero no es poco frecuente que se quiera trascender de los acontecimientos históricos y darles una perspectiva no exterior sino interior. Es exactamente lo que sucede en esta notable y elaborada creación: la música (mejor dicho: las músicas) aportan una mirada desde fuera y ponen la cámara desde dentro del personaje retratado, y lo hace con una banda sonora en apariencia dispersa y desordenada, pero perfectamente estructurada y ordenada.
Hay músicas frívolas, ligeras, desenfadadas, que ubican al personaje -y su familia- como en un cuento de hadas, en una fiesta sin fin, en un mundo de ensueño. Son músicas variadas sin mayores pretensiones. Frente a ellas, otras músicas mucho más elaboradas y en nada ligeras: son aquellas que la compositora aplica para desmontar la fantasía y ubicar al personaje -y su familia- en la realidad: el contexto histórico difícil, complejo, incluso peligroso, que la rodea. Algunos de esos temas son moderadamente perversos, acechantes, que generan cierta asfixia. Pero frente a todas ellas, se impone el tema principal, el que dedica a la protagonista, una melodía de gran belleza que hace evolucionar por terrenos dramáticos pero que acaba por ser la principal fuente de luz, fortaleza y, sobre todo, de dignidad, la suya y la de su familia.