Al cumplir 40 años, una mujer reúne en una lujosa casa rural a amigos y familiares para decirles algo muy importante: es la ganadora del bote de 140 millones del Euromillón. A partir de ese momento el ambiente empieza a enrarecerse, y lo que al principio parecía alegría compartida da paso a toda clase de argucias para intentar quedarse con el dinero de la afortunada.
El compositor aplica una banda sonora con apariencia dulce y amable pero que esconde una deliberada trampa. Es una música de doble capa: bajo una superficie gentil, hay dosis de amargura, de inquietud y de quebranto, que busca y logra mantener una contradicción entre aquello que expone y lo que realmente cuenta. Un piano de teclas hirientes es el protagonista de la función (y también de la propia película), y ayuda a que los personajes sean negados, sean mostrados más allá de sus apariencias y poses y se les exhiba como seres que intentan mas no pueden mantener sus roles. Y antes de que ellos se muestren como realmente son, la música, sin explicitarlo, ya lo ha avazado, porque desde el primer momento, es una música condenatoria. Y cuando se destapen, no habrá cambio de música sino de rostro, con un tema principal que se limita a mostrar el lado más amargo y dejar atrás el dulce y complaciente. Porque el compositor no participa para ayudar, sino para dañar.