Una joven devota conoce a un enigmático artista que la convence para que pose, pero intenta violarla. Mientras huye del lugar, la Virgen se le aparece y le señala el camino hacia un antro nocturno, en el que actúa un travestido con el que surge un amor torrencial.
El compositor diseñó la banda sonora en base a las nociones de lo romántico y de lo misterioso, enlazadas por su mismo sentido espiritual. El tema romántico no acompaña ni refuerza el afecto de los amantes en el breve lapso de dicha del que gozan, sino que incide en su hálito pío y en el padecimiento casi martirizante que sufren. Hay en esta música, delicada pero sombría, una carga bastante más irónica de la que se desprende del propio filme, pues no hace otra cosa que ahondar en esos sentimientos de forma deliberadamente inmoderada y compasiva, más propia de auténticos santos que no de pobres seres atormentados y traumatizados. Además, realiza una aplicación indistinta del tema, que tanto vale para el personaje de la chica en solitario, en compañía de su amado o también para el despechado novio del artista. El exceso de símbolos cristianos en la decoración del entorno es el otro gran aliciente para el autor, que recurre a la voz, el órgano y al violoncelo en melodías oratorias que, de nuevo, son la antítesis de las imágenes turbulentas plasmadas y que multiplican el cariz impresionista y ténebre de esos santuarios infernales. Se incluye en Cine español 1 (12).