Los trabajadores de las instalaciones de Fukushima Daiichi en Japón arriesgan su vida a diario permaneciendo en la central nuclear para evitar su desintegración total después de que la región haya sido totalmente devastada por un terremoto y un posterior tsunami en 2011.
El compositor firma una desbordante y hermosa banda sonora sinfónica aplicada para ensalzar y tributar (casi con cierto punto hagiográfico) el sacrificio y la heroicidad de los trabajadores y el personal que entregó su vida a la causa de salvar vidas humanas. Es una música sentida y emotiva, elegante, intensa y ampulosa pero nada melodramática ni edulcorada. Evoca, aunque son solo referencias y en momentos puntuales, lo mejor de las músicas de Delerue o de Morricone, si bien este es un Iwashiro puro, que consigue contas de máxima emotividad y dramatismo también con el uso de coros y voces. Se estructura alrededor de un tema principal exquisito.