Alemania, 1945. El corazón del monstruo de Frankenstein es conducido a Japón y, mientras es examinado, cae la bomba de Hiroshima. Quince años más tarde, un niño que ha brotado del corazón inmortal inicia un crecimiento imparable.
Esta es seguramente una de las mejores creaciones del compositor para el cine de monstruos, en el que tantas veces trabajó. Es una de las que más excesos y tono decadente tiene, hasta el punto que resulta entrañable e incluso divertida, aunque no lo pretendiera ni lo fuera para el público de su época. Pero es sólida e intensa.