Unos aristócratas son invitados a una mansión, para una jornada de caza. Cada uno de ellos lleva sus propios criados y doncellas. Dueños y siervos tienen distintas maneras de actuar, hasta que sucede un crimen.
La abundancia de diálogos y la constante interacción entre las dos clases sociales deja poco espacio para la música, que se limita a un breve acompañamiento circunstancial (con un bello vals), ambiental (con temas de época), o a unir las distintas escenas, con una melodía sencilla. Lo más notable es el tono irónico que se impregna al conjunto.