Cuando un padre de famila se entera que el sacerdote que abusó de él cuando era un boy scout sigue trabajando con niños se lanza a un combate al que se unen otras víctimas.
Esta es una banda sonora que intenta elevar a un punto de trascendencia dramática pero también espiritual el empeño acometido por el protagonista principal -católico practicante- y también por las otras víctimas. Se aplica música afectadamente dramática y también religiosa, ambas discurren por separado y convergen en puntos concretos del filme. Pero son buenas intenciones que no conducen finalmente a nada, principalmente por la completa ausencia de un desarrollo dramático o narrativo de la música: los personajes recorren un camino, a veces tortuoso, pero la música no recorre nada y se limita a puntuar y remarcar momentos concretos. Pero también porque la música de los hermanos compositores es un quiero y no puedo: no son Georges Delerue -autor referenciado- ni tampoco Philippe Rombi (que había trabajado en otros filmes con el director), pues ambos no solo aportaron siempre consistencia musical, con evolución y desarrollo, que sumaba al filme una explicación adicional, sino que llevaron a la música a unas cotas de expresividad que aquí ni por asomo se logra.