Un suicida acepta el plan que le propone un amigo y que consiste en pedir cien millones a unos mafiosos, gastárselos y dejarse matar por ellos. Todo va viento en popa hasta que se cruza una camarera que le hace cambiar de opinión.
El compositor aplica en este filme una creación basada en el recurso a los prototipos habituales en el género de la comedia, con melodías que se inspiran por su estilo en autores clásicos, pero no de manera explícita, sino referencialmente. Aunque con esta partitura supera con creces lo que había escrito en sus películas anteriores, y a pesar de contener momentos brillantes (en especial en la vertiente paródica y en el empleo del saxo), peca por una excesiva dispersión melódica, consecuencia de querer abarcarlo todo sin tener presente lo muy necesario que es cuidar cierto criterio unificador. De esta manera el resultado acaba por quedar demasiado difuminado en un filme que tal vez hubiera necesitado menos variedad y más contención, ya que el ritmo que impone en las imágenes es, por precipitado, incapaz de seguir la evolución argumental de la película.