En 1942, durante los primeros días de la participación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, un convoy internacional de 37 barcos aliados, encabezado por el comandante Ernest Krause, cruza el Atlántico Norte mientras es perseguido por submarinos alemanes.
Un arranque prometedor y el aval de un compositor siempre interesante generan unas expectativas de originalidad que poco poco se van diluyendo y, como lamentablemente sucede en el cine norteamericano contemporáneo de altos presupuestos, entra en fanganosos terrenos de lo usual y lo convencional, de la música cómodamente industrial y llamativa. Aún así hay elementos de mucho interés en este trabajo, con experimentaciones interesantes que, que como sucediera en Dunkirk (17), fusionan la música con los elementos físicos y sonoros del entorno (en este caso el metal o el radar) y alcanza momentos de poderosa intensidad. A pesar de todo está muy por encima de la media en este tipo de producciones y sobresale también por su dramatismo expuesto en la bellísima elegía final.