Tercera parte de Despicable Me (10), en el que el protagonista debe enfrentarse a un antiguo niño estrella que sigue anclado en sus recuerdos del pasado.
Aunque ligeramente superior en resultados en comparación con las dos primeras entregas, esta es una partitura dispersa, con música sinfónica variada en temas para enfatizar lo humorístico, la acción y que es destacable por su tono exagerado y paródico. Pero está mucho más pendiente de resolver las diversas escenas y situaciones que aportar algo diferente o complementario a lo que ya se explican desde ellas. Salvo momentos de cierto delirio gótico y también vintage, ofrece poco nuevo.