Una rusa y una española se conocen en un hotel romano. Una habitación del hotel será el escenario en el que las dos mujeres inician se una aventura física que les tocará el alma.
Separado de la narrativa de Alberto Iglesias, Julio Medem opta por una aplicación musical que es sustancialmente estética y también dramática, pero que no es construida a modo de guión musical. Esta es una partitura elegante, bella y también profunda, que ahonda en la sensualidad, resalta el colorido del filme, y aporta una cuidada placidez, con brillante combinación de orquesta y voces. Pero es básicamente estética, sin que tenga pretensión narrativa alguna. Por momentos, se parece al tipo de música que el "Cirque du Soleil" aplica a sus espectáculos, en el buen sentido de la referencia.