Los primeros pasos de Han Solo, desde joven y antes de convertirse en el antihéroe que se encuentra con Luke y Obi-Wan en la cantina de Mos Eisley...
Decía el gran Erich Wolfgang Korngold que La inmortalidad de un compositor (de cine) se pierde en el camino que hay entre la sala de grabación y la de montaje y sonorización, y esta amarga máxima puede aplicarse a esta nueva entrega musical de la saga galáctica, pues de poco sirve una gran y espectacular música si luego en su aplicación cinematográfica -que es lo que más importa- no se le deja espacio, ni sonoro ni argumental, para que respire, para que se haga con el resto de la película y para que sea realmente útil.
Todo gira en torno al nuevo tema central, de John Williams, formado por dos partes, que no es tanto tema de Han Solo -aunque algo de eso hay- como tema para Han Solo, que es a efectos prácticos y de aplicación lo dominante: no se aplica para definir al personaje sino más para acompañar sus peripecias, siendo externo a él. De alguna manera, es una música para sus aventuras explicitada en la forma de un scherzo simpático y juguetón pero que carece de personalidad real, la personalidad de Han Solo. Lo que juega en contra es que es un personaje sobradamente conocido por los espectadores y la música no aporta nada nuevo, más allá del mero adorno: el espectador asocia firmemente a Indiana Jones con su tema (también externo) porque los vio nacer y crecer juntos, y de esta manera quedan unidos. Han Solo no ha necesitado hasta ahora música... y no le hacía falta. Pero la tiene y evidentemente no le perjudica, aunque tampoco le beneficia: podría haber sido otra música, o esta música se podría haber aplicado a otro personaje en otro filme. Y si hay personajes difíciles de explicar con música -como parece que es el caso- lo mejor es dejarlos sin ella si no la han tenido desde el primer momento: imaginemos a Indiana Jones sin la marcha... nadie entendería que súbitamente apareciera en la tercera entrega, porque nada aportaría a un personaje sobradamente conocido y, sobre todo, querido.
Se argumentará que lo mismo sucedió con Darth Vader, sin música en el cuarto episodio (77) y con su memorable contratema en el quinto (80), pero no es lo mismo: en The Empire Strikes Back, Darth Vader se completa con su música, se hace más poderoso, más siniestro, más arrogante... la música llega tarde, pero llega y cuando lo hace suma y mucho al personaje, y además es una música interior, del personaje. No es el caso de Han Solo: la música (que evidentemente no es mala música, ¡es un Williams!) no aporta nada significativo al personaje, nada que no se supiera ya.
Pero hay un problema mayor, y es su pretendida imposición, muy poco respetuosa para con el espectador, a base de reiterar el tema hasta el hartazgo en citas innecesarias y con variaciones poco sustanciales, que lo único que parecen pretender es que a nadie se le escape que Han Solo tiene un tema y que ahora por fin va a ser también muy importante musicalmente. Un tributo muy forzado donde además no se le concede el espacio del que sí dispusieron todos los otros temas centrales. No por sonar muchas veces se hace más relevante, y su pretendida relevancia se diluye cuando en ningún momento eclosiona ni se le da protagonismo: siempre va a la zaga de su propietario en el transcurso del filme.
En lo que resta, John Powell no aporta mucho más que un conjunto de temas muy solventes musicalmente (¡es John Powell!) pero colapsados en el filme y en algún caso (el tema con coros búlgaros) muy torpe y casi ridículamente insertado: tampoco tiene espacio y acaba siendo una cita algo grotesca. Pareciera que Ron Howard no ha pensado en la música hasta bien terminado el filme y su sonorización, y que ha intentado crear leyenda pero solo ha conseguido empapelamiento musical sin nada mínimamente interesante. En lo cinematográfico, pues en lo musical la inmortalidad se quedó en la sala de grabación.