Hellboy debe derrotar a un espíritu ancestral: Nimue, que fuera amante del mismísimo Merlín durante el reinado del Rey Arturo, y que ha vuelto de entre los muertos.
Muy lejos de los logros alcanzados por Marco Beltrami en Hellboy (04) y Danny Elfman en Hellboy II: The Golden Army (08) esta es una creación funcional y mecánica en la que el compositor muestra un gran despliegue en cuanto a producción y medios, pero que es vacía de contenido, sin la gracia y el tono canallesco de las anteriores versiones. Es una banda sonora con destacado uso de electrónica, aires de puk rock y naturalmente música sinfónica, todo ello para recrear el entorno infernal del inframundo y de lo violento, así como para dar énfasis a la acción. Pero le falta lo más importante: alma. No la tiene, como tampoco tiene nada que sirva de guía, de referencia o de apoyo a la evolución de la música porque básicamente no hay evolución ni desarrollo alguno: es una concatenación de temas para ir resolviendo las escenas, lo que hace eficientemente, pero luego no es más que una sucesión de efectismos y convencionalismos.