El compositor firma una creación de género que desarrolla en tres ámbitos que fusiona: el dramático, el sobrenatural y el espiritual, los tres relevantes en distintas proporciones y dependiendo de las circunstancias. Todos ellos tienen en común el refinamiento y elegancia musical, que busca y logra dotar a la madre e hija de categoría pero especialmente a sus vivencias, que son elevadas a un rango que, por sofisticado, resulta de una apariencia más peligrosa y poderosa. La niña toca el piano, y el instrumento pasa a formar parte orgánica de la narración y la dramaturgia, pues se convierte en parte de su voz interior. Asimismo, la religiosidad de la madre trasladada a la música muestra más su debilidad que no su fortaleza, aunque en su desarrollo sí la va consiguiendo. Las músicas están en los planos reales y sobrenaturales, que se relacionan, dialogan y conexionan.