Varias familias de diferentes generaciones forman su hogar en una única habitación.
En este filme atípico y experimental, que transcurre íntegramente en un único espacio aunque muy cambiante, la música del compositor cohesiona esos cambios pero sin prácticamente cambiar ella: todo se estructura alrededor de un imponente y muy bello tema principal, lleno de evocación y nostalgia, que unifica con calidez personajes y relatos y que funciona de modo parecido al del vuelo de la pluma en Forrest Gump (94), pues forma parte más de la perspectiva de quien relata (Zemeckis) de aquello que se relata. Aparece en diversas ocasiones con variaciones y transformaciones, como también es recurrido otro tema -importante aunque de menor relevancia- para subrayar lo dramático. Hay más músicas circunstaciales: la épica para la era de los dinosaurios y la edad de hielo es la más destacada, pero tamién la hay para momentos y subrayados puntuales. Junto a Silvestri hay una selección de canciones de época, en un intento no del todo conseguido por replicar aquello que se hizo (magistralmente) en Forrest Gump.
La película puede resultar hiperedulcorada, insustancial y, una vez mostradas sus cartas, reiterativa y vacía, pero no se puede reprochar que el compositor haya dado lo mejor de sí mismo por dar entidad y solidez, pero sobre todo emoción a un filme que, sin su contribución, sencillamente no tendría nada que ofrecer.