Dos jóvenes misioneras se ven obligadas a demostrar su fe cuando llaman a la puerta equivocada y son recibidas por un diabólico hombre.
Esta banda sonora es un festín de sensaciones contradictorias que forman parte del juego hábil y macabro dispuesto tanto para el entretenimiento de la audiencia como para el sufrimiento de las dos jóvenes víctimas. Pero sobre todo para mostrar y también no mostrar las intenciones del protagonista, al que la música sirve para manifestar su inteligencia con el refiamiento de los violines pero también su despiadada crueldad. Tiene momentos de considerable fuerza.