Reseña de Javier González:

Este remake de Blazing Saddles (74) que cuenta con la producción y participación del propio Mel Brooks traslada su acción del oeste americano al japón feudal, cabalgando entre la comedia absurda de su predecesora y el cine de animación infantil más convencional. En ese terreno se desenvuelve con eficacia Bear McCreary, creando una música de acción y aventuras para samuráis que recuerda en un principio a Kung Fu Panda (08), pero que abraza otros estilos y referencias con valentía. Aunque no parece citar en ningún momento la música de John Morris para Blazing Saddles, el compositor sí utiliza música del oeste morriconiana, a la que añade también ritmos funky,generando un curioso y divertido collage, seguramente muy del gusto de Quentin Tarantino,
que fusiona música oriental, spaghetti western y blaxploitation.

El protagonista cuenta con un pegadizo y heroico tema principal que comienza identificándole a él y acaba expandiéndose al resto de personajes de la aldea de Kakamucho. Hay otros temas secundarios, como el sencillo pero efectivo tema del villano, que se presenta en diferentes variaciones mostrando al personaje amenazante o ridículo dependiendo de la situación.

La película está lastrada por la típica canción que acompaña un momento dramático del protagonista en mitad del metraje, pero se toma en serio y no encaja con la narrativa autoconsciente y paródica de la película. El enésimo caso de una canción que destaca para mal en el conjunto de la banda sonora. Por suerte, hay otras dos canciones que sí son obra y acierto de Bear McCreary. La primera, Blazing Samurai, es una versión del tema principal y se presenta en los créditos iniciales. La segunda, The Coolest Cat, es una suerte de homenaje a Shaft (71) que suena en los créditos finales. Con ella se pone el colofón a una notable partitura que viene a confirmar, todavía más, a Bear McCreary como un excelente compositor de cine de animación.