Un joven a punto de conseguir el trabajo de su vida debe volver a la casa que ha intentado olvidar por una crisis de su madre. Alimentado por los recuerdos de su abuela intenta llegar a abrazar la huella indeleble de su familia en su propio viaje personal.
Los compositores aplican una creación que no acaba de encontrar su lugar en la película más allá de lo meramente dérmico, del empapelamiento y del parcheo. El uso del folk (bien poco interesante, por otra parte), el dinamismo de muchos de sus momentos y la carga algo impostada de emotividad se diluyen por la falta de empatía con el resto de la película, y también por su escasa imbricación con el relato y la evolución de los personajes. La música adolece por una falta de consistencia, estructural y dramática, es deslabazada y pretendiéndolo, no logra ser una aportación relevante. En muchas de sus escenas podrían intercambiarse temas y nada cambiaría, no hay evolución de principio a fin como sí lo hay en los personajes. Aparenta haber sido hecha en último momento y más con el propósito de gustar que no de explicar ni dramatizar. Hubo un tiempo en el que este tipo de películas las hacían Georges Delerue o John Williams y las músicas no solo elevaban sino que sumaban mucha explicación y dramaturgia, pero esos tiempos ya parecen cosa del pasado.