Secuela de El hoyo (19). A medida que un líder misterioso impone su ley en el Hoyo, una nueva inquilina se implica en la batalla para luchar contra el brutal sistema de alimentación.
Todo lo que tenía de interesante la música de El hoyo (19) se pierde casi por completo en esta secuela. Es más degenerada y decadente, lo que ayuda a establecer las pautas de un contexto que ha de resultar peor que el anterior, pero una vez establecida esta nueva premisa todo lo que prosigue musicalmente es reiteración, estancamiento, falta de recursos y ausencia de impacto: lo que se explica y muestra en el filme es mucho más desagradable que lo que explica y muestra la música, lo que hace que esta sea un elemento secundario, poco relevante. No es que la banda sonora sea innecesaria, porque efectivamente ayuda a la ambientación, pero acaba en punto muerto y con sus elementos dramáticos muy pronto agotados.