Una joven estadounidense que quiere ser monja recibe una cálida bienvenida en un ilustre convento en Italia. Pero pronto se da cuenta de que su nuevo hogar esconde oscuros y horripilantes secretos.
El compositor aplica una banda sonora progresivamente más absorbente, que va calando paulatinamente para generar una atmósfera enrarecida, tóxica, especialmente alrededor de la protagonista, para la que hay una música de gran pureza que también acaba siendo contaminada. Funciona muy bien en el filme por su deliberada indefinición e inconcrección, hasta la parte final donde toma cuerpo. Se destaca por el empleo de un himno ténebre, por una turbia adaptación del Ave Maria de Haendel pero también por el uso de un tema preexistente de Bruno Nicolai, de La dama rossa uccide sette volte (72), que funciona como contrapunto.