En un cine antiguo en la costa sur de Inglaterra, en la década de 1980, tiene lugar un romance entre una mujer blanca y un hombre joven negro mucho más joven.
A pesar de que los compositores captan y plasman en la música la esencia dramática del filme, su aire apesadumbrado y nostálgico, no llegan a integrarla en una película en la que la historia y personajes evolucionan allá donde la banda sonora acaba estancada y estática, reiterando una y otra vez lo mismo. De este modo, va poco a poco perdiendo fuelle, energía e interés, y llega al final de un modo apático, distante. Es una banda sonora confusa, que no sabe bien qué camino tomar de entre los varios que plantea el relato, que no cuaja en el resto de la película y que, aunque tiene algunos momentos luminosos, es muy poco mágica.