Un niño roba y escapa de su patrón y emprende una aventura por la llanura infinita y árida, ante el acecho de sus perseguidores. Sus pasos se cruzarán con los de un pastor que le ofrece protección y, a partir de ese momento, ya nada será igual para ninguno de los dos.
En esta película con aires de western la música no va más lejos de recrear una ambientación árida y de aportar algunos matices desoladores que no logran aportar nada significativo al resto del filme. Se trata, en términos generales, de una música sosa, apática, insulsa, muy fláccida en lo emocional y que en su estática reiteración acaba restando allá donde debería sumar. No hay desarrollo ni arco dramático sino resoluciones secuenciales con una música que, por no evolucionar, acaba siendo más de parcheo que de dramatización y explicación. La peor parte es cuando pretende trascender y elevar las reacciones y emociones de los personajes, donde fracasa por no diferenciarse de la música ambiental y por la falta de planificación global.