Un niño sufre pesadillas en las que un intruso sin rostro lo ataca, sin que su madre pueda hacer nada para evitarlo. Mientras, una adolescente londinense lee a sus compañeros de clase el misterioso cuento de Carahueca, un monstruo obsesionado con los niños. La vida de las dos familias, aunque separadas por muchos kilómetros, dará un vuelco: los intrusos ya se han instalado en sus casas e intentan desesperadamente arrebatarles algo a los niños.
Partitura en la que el compositor aplica los códigos y la estructura característica del género, muy recurrida y tantas veces empleada. Su construcción no tiene nada de innovadora, y es muy previsible, pero los resultados de una banda sonora no dependen solo de estructuras y códigos (que no dejan de ser mera arquitectura, y más cuando ya han sido anteriormente utilizadas) sino del contenido y de la fortaleza dramática y narrativa de la música.
Esta es una creación de gran madurez en un compositor que a veces ha pecado por sus excesos, y que aquí maneja con tacto y prudencia los frentes que abre, combina, sostiene, desarrolla y finalmente resuelve, aportando profundidad emocional y también explicativa. Esta brillante banda sonora cuenta en primer lugar con una música hostil, enemiga absoluta no solo de personajes sino particularmente del espectador. Aquí, el compositor es especialmente perverso, pues no ejecuta este ataque con un tema concreto, que sea claro y reconocible y sobre el que pueda levantarse alguna defensa sino, por el contrario, lo hace en base a una horda de temas de diferente agresividad y tono (unos, siniestramente tranquilos, otros viscerales y demenciales) pero que funcionan y se mueven en una misma dirección, quitan oxígeno y hacen verdaderamente irrespirable el ambiente.
Frente a la contundencia de estas músicas se inserta una que sirve de referencia, en la forma de un tema central cantado por una voz cristalina que expone en apariencia una cierta carga de dolor y desolación, pero que es calculadamente ambigua, que genera una sensación inquietante que se mantiene en su desarrollo en el guión musical. Y, por fin, la música de la liberación, una música abierta y explícita, muy emocional, que obviamente representa todo lo opuesto a las otras músicas y que el compositor eleva a la categoría de tema principal de toda su creación al resultar absoluta triunfante en esta guerra musical. Nada que no se haya hecho otras veces en el cine, pero impecablemente bien hecho.