Secuela de The Karate Kid (84), en la que el joven protagonista acompaña a su entrenador a su tierra, Okinawa, para aprender.
Para esta segunda entrega, el compositor supera con creces su anterior trabajo, con una partitura mucho más sólida, rica y bella, no tan condicionada al tema principal y sí más variada. Sobresale por la sutileza de su tono oriental y su carácter intimista, con momentos hermosos.