La historia del secuestro en 1983 del magnate de la cerveza Alfred Henry Heineken por una banda que exige 50 millones de dólares por su libertad.
El compositor firma una banda sonora de género aplicada para enfatizar la acción y dotar al filme de cierto tono de frenesí, misterio y suspense. Lo hace con una música bien estructurada en derredor de un tema principal de aire obsesivo y temas secundarios de apoyo, con algunos recursos instrumentales y sonoros que el compositor emplea para generar una deliberada toxicidad en el ambiente. El problema es que, a partir de esa base, no hay dinamismo ni movimiento alguno, sino que la música acaba por resultar estática, monótona y sus elementos tóxicos acaban por ser simples exhibiciones formales vacías y sin contenido. Es una banda sonora más preocupada en rellenar que en explicar, un quiero y no puedo que contribuye al aburrimiento y desinterés del propio filme.